Un humilde empleado de comercio de la zona centrica encontró hace unas semanas el bigote del mandatario porteño en la vía pública, sucio y maltratado. Lo llevó a su casa, lo curo y se lo colocó. A los días noto un significativo cambio en su suerte, que paralelamente contrasta por la mala suerte del jefe de gobierno en las últimas semanas.
Cuando Macri fue imputado en las escuchas, a él le perdonaron dos multas de tránsito. Cuando papá Macri salió a respaldar al gobierno, el se reencontró con el suyo después de 9 años. Y así, una tras otras se suceden las coincidencias, con una simétrica oposición.
Ahora el mundo se rinde a sus pies, y ya casi nada va quedando de aquel humilde empleado que día a día luchaba por sumar comisiones en una tienda de la calle Florida.